La religión, la filosofía y la ciencia son tres de las formas que el hombre ha creado para tratar de explicar y entender el mundo que lo rodea. A pesar de que todos los seres humanos, de una u otra manera, hemos tenido contacto con ellas, y que las tres son parte fundamental de nuestra herencia cultural, hoy en día se reflexiona poco respecto de sus semejanzas y diferencias. Se tiene la creencia común de que son cosas muy diferentes, pero nos sorprenderíamos al saber que tienen más en común de lo que imaginamos.
La finalidad de este post es identificar algunas de las semejanzas y diferencias entre estas tres formas de organizar, entender y explicar «la realidad», porque este conocimiento constituye un saber elemental de todo ciudadano que se considere educado. Procuramos que las afirmaciones del texto cuenten con algún sustento, tanto lógico como empírico, más allá de la propia experiencia o sentido común de quien escribe.
¿Cuál es la razón por la que el hombre creó la religión, la filosofía y la ciencia? De acuerdo con Cereijido (2008) el ser humano es inseguro por naturaleza, y por ello lo desconocido le causa angustia. Lo desconocido se considera peligroso, porque el cerebro humano está diseñado para estar de acuerdo consigo mismo, para tener el control y sentirse seguro (Zull, 2002) y el desorden es signo de falta de control sobre lo que ocurre a nuestro alrededor.
La más antigua de estas tres formas de imponer un orden o sentido a los fenómenos de la naturaleza es la religión, la cual se distingue porque explica tales fenómenos a partir de acciones de seres sobrenaturales; es decir, las causas de los fenómenos naturales son la voluntad de los dioses.
Posteriormente, en la cultura griega se concibió una nueva forma de explicar los fenómenos de la naturaleza, con base en otros fenómenos naturales, proporcionando razones y argumentos basados en la lógica. Este es un gran avance, con respecto a las explicaciones de carácter religioso, pero aun con algunas deficiencias. Por ejemplo, algunas teorías filosóficas tuvieron gran aceptación, incluso hasta bien entrada la edad media, porque los argumentos esgrimidos en su favor se consideraron sólidos, pero hoy sabemos que tales teorías eran incorrectas. Dos de tales teorías argumentaban que: (i) los cuerpos pesados caen más rápido que los ligeros, (ii) la materia viva se genera a partir de la materia inanimada (ambas ideas aceptadas y apoyadas por Aristóteles). Fue necesaria la aparición de medios o recursos tecnológicos para obtener evidencia empírica que refutara tales afirmaciones.
Actualmente, la forma aceptada de explicar los fenómenos naturales es la científica, cuyas fuentes de certeza son tanto la corrección lógicas de sus afirmaciones, como la evidencia empírica que permite contrastar las conclusiones y predicciones de las teorías con la «realidad».
La filosofía se interesa por preguntas de gran alcance, y por ello las respuestas que se ofrecen no son únicas, mientras que la ciencia se interesa por preguntar cosas bastante concretas, cuya respuesta puede apoyarse o sustentarse en evidencia empírica, que es factible obtener con los medios tecnológicos disponibles.
Bibliografía
Cereijido, M. (2008). Ciencia sin seso, locura doble (séptima ed.). México: Siglo Veintiuno.
Pérez Monfort, R. (1994). Reflexiones matutinas sobre la investigación científica. México: Fondo de Cultura Económica.
Zull, J. E. (2002). The art of changing the brain. Enriching teaching by exploring the biology of learning. Sterling, VA: Stylus.
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