Una teoría científica es un conjunto de conceptos y relaciones entre tales conceptos, que nos ofrecen una versión simplificada de la forma en que, la persona que propone la teoría, considera que funciona cierto fenómeno.
Toda teoría se fundamenta en percepciones, datos sensoriales o información que obtenemos a través medios indirectos o experimentales. Sin embargo, dadas nuestras limitaciones de percepción, restricciones para recolectar información o la precisión de la información recolectada, es posible que las relaciones establecidas en una teoría no reflejen el verdadero comportamiento del fenómeno, lo cual, generalmente se detecta conforme avanzan los medios tecnológicos a nuestra disposición.
Por ejemplo, la teoría geocéntrica sobre el movimiento planetario es una teoría que se creó con la finalidad de responder a la pregunta, ¿cómo se mueven los cuerpos celestes? Los griegos postularon, con base en la observación del movimiento aparente del sol, la luna y los planetas conocidos, que estos cuerpos celestes se mueven describiendo órbitas circulares alrededor de la tierra, la cual está fija en el centro del universo.
Algunos de los conceptos que integran esta teoría son: «cuerpo celeste», «centro del universo», «órbita», «circulo», «perfección». El hecho de que los griegos consideraran que la tierra está fija se basó en la observación de que cada día el sol «sale» por el este y se «mete» por el oeste, además de que percibimos que las construcciones, los árboles o las montañas están fijos. Hubo también factores de tipo religioso que influyeron en el tipo de relaciones establecidas por la teoría. Se creía que dado que los cuerpos celestes son una creación divina, y como Dios hace sólo cosas perfectas, la tierra como morada del hombre, debería ser el centro del universo, y las órbitas de los astros debían de ser circulares, porque la circunferencia era considerada una figura geométrica perfecta.
Esta teoría fue de utilidad para predecir la mayoría de las observaciones de los antiguos astrónomos, sin embargo, había algunos fenómenos que no podían ser explicados por la teoría, como el movimiento retrógrado de marte, es decir el movimiento hacia atrás de este planeta en el cielo. Para ajustar la teoría a estas observaciones, Claudio Tolomeo (90-168 D.C.) postuló que los planetas se mueven sobre dos órbitas de tipo circular llamadas deferentes y epiciclos (Moreno-Corral, 1997), y cuyo movimiento combinado proporciona una explicación para este tipo de movimiento.
Nicolás Copérnico (1473-1543), un astrónomo renacentista, postuló que el sol es el centro del universo y que la tierra, al igual que los otros planetas, describe órbitas circulares alrededor del sol (incluyendo epiciclos). Además, planteó que la tierra y los planetas rotan sobre su propio eje, mientras que las estrellas se encontraban fijas sobre una esfera. La teoría de Copérnico mostraba que los movimientos de los cuerpos celestes no eran reales, sino el reflejo directo de los movimientos de rotación y traslación de la tierra (Moreno-Corral, 1997). Con esta teoría se pudo explicar de una forma más sencilla el movimiento retrógrado de los planetas, así como la sucesión de día y noche. Desde el punto de vista copernicano, para explicar el movimiento de todos los planetas se requiere considerar únicamente 39 círculos, mientras que desde el punto de vista Tolemaico se requerirían, al menos, 79 círculos para explicar lo mismo.
El formular una teoría tiene la finalidad de ayudarnos a entender un fenómeno, así como realizar predicciones. Generalmente, si dos modelos nos ayudan a explicar o predecir un mismo fenómeno, pero uno es más sencillo que el otro, siempre se prefiere el modelo más sencillo. A este criterio de preferencia por la explicación más sencilla, entre varias alternativas, se le denomina parsimonía.
Podemos concluir que una teoría nos ofrece una posible explicación acerca de cómo funcionan las cosas, pero eso no significa que los fenómenos ocurran realmente como establece la teoría. Por otra parte, las teorías son cambiantes y evolucionan conforme los avances científicos y tecnológicos. Además, pueden existir diferentes modelos que nos pueden conducir a las mismas explicaciones o predicciones, sin embargo, siempre es preferible elegir aquel que es más sencillo.
Referencias
Moreno-Corral, M. A. (1997). La morada cósmica del hombre. Ideas e investigación sobre el lugar de la tierra en el universo (Colección La Ciencia Para Todos). México: Fondo de Cultura Económica.